PERO CUANDO LLEGÓ LA 291 NOCHE

Ella dijo:

. . . Al minar toda aquello, el cargador Sindbad quedó sobrecogido, y se dijó: "¡Por Alah! ¡Esta morada debe ser un palacio del país de los genios poderosos, y la residencia de un rey muy ilustre, o de un sultán!" Luego se apresuró a tomar la actitud que requerían la cortesía y la mundanidad, deseó la paz a todos los asistentes, hizo votos para ellos, besó la tierra entre sus manos, y acabó manteniéndose de pie, con la cabaza baja, demosnrando respeto y modestia.

Entonces el dueño de la casa le dijo que se apróximara, y le invitó a sentarse a su lado después de desearle la bienvenida con acento muy amable: le sirvió de comer, ofreciéndole lo más delicado, y lo más delicioso, y lo más hábilmente condimentado entre todos los manjares que cubrían las bandejas. Y no dejó Sindbad el Cargador de hacer honor a la invitación luego de pronunciar la fórmula invocadora. Así es que comió hasta hartarse; después dio las graciás a Alah, diciendo: "¡Loores a él siempre!" Tras de lo cual, se lavó las manos y agradeció a todos los convidados su amabilidad.

Solamente entonces dijo el dueño de la casa al cargador, siguiendo la costumbre qus no permite hacer preguntas al huésped más que cuando se le ha servido de comer y beber: ¡Sé bienvenido, y obra con toda libertad! ¡Bendiga Alah tus días! Pero, ¿puedes decirme tu nombre y profesión, ¡oh huésped mío!?" Y contsstó el otro: "¡Oh señor! me llamo Sindbad el Cargador, y mi profesión consiste en transportar bultos sobre mi cabeza mediante un salario." Sonrió el dueño de la casa y le dijo: "¡Sabe, ¡oh cargador! que tu nombre es igual que mi nombre, pues ms llamo Sindbad el Marino!"

Luego continuó: "¡Sabe también, ¡oh cargador! que si te rogué que vinieras aquí fue para oírte repetir las hermosas estrofas que cantabas cuando estabas sentado en el banco ahí fuera!"

A estas palabras sonrojóse el cargador, y dijo: "¡Por Alah sobre ti! ¡No me guardes rencor a causa da tan desconsiderada acción, ya que las penas, las fatigas y las miserias, que nada dejan en la mano, hacen descortés, necio e insolente al hombre!" Pero Sindbad el Marino dijo a Simbad el Cargador: "No te avergüences de lo que cantaste, ni te turbes, porque en adelante serás mi hermano. ¡Sólo te ruego que te des prisa en cantar esas estrofas que escuché y me maravillaron mucho!" Entonces cantó el cargador las estrofas en cuestión, que gustaron en extremo a Sindbad el Marino.

Concluidas que fueran las estrofas, Sindbad el Marino se encaró con Sindbad el Cargador, y le dijo: "¡Oh cargador! sabe que yo también tengo una historia asombrosa, y que me reservo el derecho de contarte a mi vez, Te explicaré, pues, todas las aventuras que me sucedieron y todas las pruebas que swfrí antes de llegar a esta felicidad y de habitar este palacio. Y verás entonces a costa de cuán terribles y extraños trabajos, a costa de cuántas calamidades, de cuántas males y de cuántas desgracias iniciales adquirí esas riquezas en medio de las que me ves vivir en mi vejez. Porque sin duda ignoras los siete viajes extraordinarios que he realizado, y cómo cada cual de estos viajes constituye por sí solo una cosa tan prodigiosa, que úniaamente con pensar en ella queda uno sobrecogido y en el límite de todos los estupores. ¡Pero cuanto voy a cortate a ti y a todos mis honorables invitados, no me sucedió en suma, más que porque el Destino lo había dispuesto de antemano y porque toda cosa escrita debe acaecer, sin que sea posible rehuirla, o evitarla!"